— Tenía que
ocurrir, tarde o temprano tenía que ocurrir.
— Ha sido un
accidente, como tantos otros que suceden en la ducha.
— Sabes que no
es sólo un accidente. Si no quieres hacerme caso, escucha a todos los
profesionales que pasaron por aquí.
— ¿Me hablas de
esos locos que dicen hablar con los muertos, que descubren la energía
negativa, los que se basan en una leyenda?
— ¿Leyenda?
Hablas como si fuese una historia que te contaba tu abuelo. La viviste muy de
cerca. Ella es la consecuencia de que hoy estemos aquí. Tenemos que volver a
cerrarla, olvidarnos de su existencia. Los niños se pueden duchar en el baño de
abajo.
— Déjalo. Las
cosas seguirán como hasta ahora, es más práctico y para el negocio es mejor
tener este baño en funcionamiento.
— Cuando todo se
sepa no habrá negocio que mantener.
Emilio dijo algo incomprensible mientras se retiraba con la caja de herramientas en la mano. Mara se quedo mirando el plato de ducha manchado de sangre. Tras unos segundos de reflexión agarró la fregona y comenzó a limpiar aquel desaguisado. La arrastraba con fuerza, intentando arañar la sangre que había comenzado a secarse. Cuando terminó, se sentó en una de las literas de la habitación con la mirada fija en la puerta, con la mente viajando en el tiempo.
Emilio dijo algo incomprensible mientras se retiraba con la caja de herramientas en la mano. Mara se quedo mirando el plato de ducha manchado de sangre. Tras unos segundos de reflexión agarró la fregona y comenzó a limpiar aquel desaguisado. La arrastraba con fuerza, intentando arañar la sangre que había comenzado a secarse. Cuando terminó, se sentó en una de las literas de la habitación con la mirada fija en la puerta, con la mente viajando en el tiempo.
Recordaba muy
bien el día que había comenzado todo. Sólo habían pasado seis años. Al hacerse
cargo del Aula de Naturaleza conocían lo ocurrido. Habían investigado la razón
por la que aquellos cortijos se habían cerrado diez años antes. Una niña, en
una excursión nocturna de un campamento, había desaparecido. Por más que la
buscaron nunca apareció rastro alguno. Los dueños fueron acusados de homicidio
imprudente y el aula, cerrada por orden judicial. Nada se descubrió en las
sucesivas investigaciones y tras el levantamiento del sumario y de las
sospechas de la justicia, las instalaciones comenzaron un lento abandono, hasta
que Emilio y Mara se fijaron en ellas. No tuvieron que mover muchos papeles ya que
el ayuntamiento que lo gestionaba estaba deseando ponerlo en funcionamiento. No
hicieron ningún caso a los vecinos del pueblo, que afirmaban que aquella
cortijada estaba maldita y no a causa de la niña desaparecida. Nadie les contó
mucho más. Todos bajaban la mirada y, cerrando los ojos, negaban con la cabeza
ante las insistentes preguntas. Ahora, Mara comenzaba a sentir la necesidad de saber qué
ocurrió.